Doce cuentos peregrinos
"El esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela. Pues en el primer párrafo de una novela hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud, y a veces hasta el carácter de algún personaje. Lo demás es el placer de escribir, el más íntimo y solitario que pueda imaginarse, y si uno no se queda corrigiendo el libro por el resto de la vida es porque el mismo rigor de fierro que hace falta para empezarlo se impone para terminarlo. El cuento, en cambio, no tiene principio ni fin: fragua o no fragua. Y si no fragua, la experiencia propia y la ajena enseñan que en la mayoría de las veces es más saludable empezarlo de nuevo por otro camino, o tirarlo a la basura". Buen viaje, señor presidente Diecisiete ingleses envenenados El avión de la bella durmiente El rastro de tu sangre en la nieve El verano feliz de la señora Forbes Espantos de agosto La luz es como el agua La santa María dos Prazeres Me alquilo para soñar Sólo vine a hablar por teléfono Tramontana